Nuestra llegada al mundo de Iboga resultó ser un algo azarosa. La aventura del día incluía llegar a Cullera desde Madrid a tiempo para acampar, organizarnos y conseguir charlar un rato con el gran Goran Bregovic. Nos costó encontrar el recinto, aparcar, recorrer el largo camino hasta el camping y encontrar un sitio para acampar en un terreno a medio camino entre la arena de playa y la arena de desierto.
A primera vista, los toldos instalados para proteger a tiendas y festivaleros del implacable sol parecían una buena idea en aquel espacio donde por supuesto la única sombra era la que hacían los baños portátiles. Minipunto para Iboga. Tras un pequeño momento de crisis en el que estuvimos a punto de acampar en esas sombras de los baños, pues el camping estaba prácticamente lleno, conseguimos conquistar una parcelita (okupar sería la palabra) entre tiendas y adosarles el horno en el que intentaríamos dormir algo en los siguientes días. Eso sí, lo plantamos como si fuera un horno 3 seconds a pesar de que es un horno iglú. Los festivaleros me entenderán. Las prisas obligaban.
Tras la primera prueba superada, la primera camiseta empapada de sudor, la primera cerveza de rigor, bien fresquita (invento festivalero del año: la bolsa térmica del mercadona. Todo un lujo para el frío portátil, oiga) miro el reloj. Es la hora, operación Balkanieros en marcha. Vamos!
De camino a la entrada he de reconocer que fue un poco shock descubrir que de las duchas, véase, la serie de grifos colgados de ambas partes de una valla de obra, sólo podíamos esperar agua salada y que no se podía usar jabón. Sin darle más vueltas pensé, 'que se joda el kboy sudoroso de mañana'... y un par de resoplidos ya pegó al día siguiente. Mirando hacia atrás pensaba: 'Esto no es un camping, es un campamento, sólo faltan los carromatos y las mulas pastando en el campo de al lado'.
Por fin llegamos a la puerta del recinto y nos damos cuenta de que correr no vale para nada en Iboga. Los conciertos no han empezado y llevan una hora y pico de retraso por algún problema técnico. A nosotros nos viene bien para nuestra misión así que aprovechamos para repasar las notas entre risas y los primeros bailes ska con los madrileños Sin Konzienzia. Nada más entrar descubrimos que era verdad lo que se contaba en la web del festi: el medio litro, casi, de birra, a 2€. Venga, otro punto para Iboga. Los vasos son de plástico duro reciclable, lo compras una vez y te vale para todo el festi. Cada vez que pides te dan uno limpio, te lo rellenan y el antiguo a lavar. Llamamiento a otros festivales: de verdad, se agradece mucho el hecho de que no haya montañas de vasos de plástico tirados por el suelo. Y no puede ser tan caro chicos!. Punto gordo para Iboga.
Decir que nuestra misión fue tanto un éxito como un placer y que la entrevista con Goran Bregovic no tiene desperdicio. Pero todo vendrá a su tiempo. Abajo os dejo un pequeño adelanto.
Entre idas, venidas y presentaciones, los también madrileños Spin Te Kú, sierra de Madrid Antifascista representa, le metían un puntito punk a la noche y subían el ritmo. La magia del Iboga había estallado y así lo cantaban en una canción compuesta para la ocasión y llamada precisamente así: 'La magia del Iboga'. Y la gente la iba asimilando perfectamente esperando al gran concierto de la noche con una sonrisa muy especial en la cara.
Goran Bregovic salió al escenario con la intención de no dar un respiro desde el primer instante. Sabía que el show iba tarde y recortado en tiempo así que no había idem para presentaciones largas. Sólo el grito de guerra: 'Si no os volvéis locos, no sois normales!!, Gas, gas, gas' y los engranajes volvían a encajar. La nube de polvo formada era la prueba de que la gente ya estaba enloquecida y así seguirían durante todo el fin de semana. Los grandes clásicos como 'Mescecina' o 'Yeremia' ('Artilleria' para los iniciados) se fundían con los temas del último disco Champagne for Gypsies (2012) como 'Be That Man' o 'Balkanieros', y el único momento de pausa lo pusieron el coro de señoras búlgaras interpretando a capella una canción tradicional con el resto de la banda en pie (incluido Goran) mirándolas con solemnidad. Esto daría paso a la apoteosis final que forman habitualmente la universal y siempre presente 'Bella Ciao' y por supuesto 'Kalashnikov' con el público exaltado gritando 'A la carga!'.
Algo corto y atropellado pero bastante intenso. Grande Goran!
Con Skatalites sonando por megafonía entre concierto y concierto, unas luces rojas subían la temperatura. Les tocaba el turno a Russkaja, un grupo muy interesante por la mezcla que hacen de ska con guitarras metaleras y sección de música folklórica rusa de violín y metales. Su presentación es su declaración de intenciones, 'venimos a tocar música rusa para vuestra salud'. Todavía se acuerdan de su paso por el Reperkusión en 2012, sobre todo el cantante, Georgij Makazaria, que decía haber cambiado el vodka por licor café. Vaya jefe! El momento álgido del concierto es lo que ellos llaman pycho-traktor. Consiste en que todo el público empiece a girar en un sentido como la rueda de un tractor para saltar y bailar y gritar y expulsar la energía negativa al grito de 'Traktor, traktor!!' Toda una catarsis colectiva explicada en voluntarioso castellano por Georgij, armario ruso, cantante y maestro de ceremonias, que va leyendo de un papel donde tiene apuntadas un buen puñado de frases en nuestro idioma. La energía del traktor y de la banda llegó a la gente, que acabó encantada con un concierto muy esperado también.
Esa energía y las fuerzas restantes las pusieron a prueba a continuación los valencianos La Trocamba Matanusca que, con artes de charanga y repertorio de canciones del este de Europa bien conocidas por la afición, retuvieron a mucha gente ante ellos bailando mientras en la barra se acababa la cerveza. Con un concierto por delante, los barriles dijeron basta y la gente no se lo podía creer. Aunque enseguida se pasaron al whisky y to arreglao. Problemas a mí!
El fin de fiesta lo puso el Dj Robert Soko. Tenía muchas ganas de ver a este auténtico pionero del género balkan para clubs, conocido por las fiestas que empezó a organizar en Berlín a mediados de los 90 y que terminaría acuñando el término de Balkan Beats (amen de sacar la famosa serie de recopilatorios con ese título) para referirse a eso: música balkánika, gypsy punk, electrónica y que siga la fiesta. El público se fue desperdigando poco a poco mientras de fondo sonaban las mezclas de clásicos de la gypsy music con cosas puntuales fuera del género como la mezcla de 'Jump Around' sobre base de trompetas. El fin de sesión, ya algo más "housera" terminó por no retenernos.
Volvíamos al campamento tan contentos. Habíamos conocido la magia del Iboga, que consiste en música loca, gente loca, celebración de la vida, baile desenfrenado y caras felices y despreocupadas.
Porque las sonrisas en Iboga tienen algo especial. Continuará...
kboy
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