Mediados de los noventa, suburbios de Boston. En una oscura taberna se reúne buena parte de la comunidad irlandesa para ahogar sus penas en una pinta de Guinness. Son los herederos de aquellos valientes que cruzaron el Atlántico en busca de la tierra prometida. Las cosas no han ido tan bien como se creía, encontrar trabajo es difícil y el alcoholismo es el pan de cada día en el barrio. Un tal Murphy, uno de esos héroes anónimos, se encarga de recoger a aquellos que ya han perdido toda esperanza y los lleva al albergue que dirige al final de la calle. Los más osados coquetean con las actividades ilegales, los menos..., los menos son los informantes oficiales de las autoridades.
Pero todos ellos se reúnen jueves tras jueves en esa oscura taberna. La única diferencia con las del resto de la ciudad es la barbería vecina. Ahora está cerrada pero de su sótano se elevan unos sonidos que enganchan a los parroquianos. Les llevan a los acantilados de Moher, al ajetreo de Dublín o a la península de Dingle. Lugares en los que no han estado pero de los que han oído miles de historias contadas de generación en generación.
En ese sótano están ensayando unos chavales del barrio. Unos jóvenes que quieren salir de esas calles. Conocer mundo y dar rienda suelta a su creatividad. Su música suena a folk, a rock, a hard, a punk y sobre todo, quizá sea por esas latas de Guinness vacías en una esquina, sobre todo suena a irish. Hoy están pendientes del reloj, tienen que terminar una hora antes para no perderse el partido de "sus" Red Sox, las series mundiales están cada vez más cerca.
Desde esas noches en aquel sótano mucho han cambiado las cosas para ellos. No tuvieron dudas a la hora de bautizarse... Dropkick por su pasión por el deporte y Murphys para recordar a ese "ángel" anónimo. Los Dropkick Murphys son uno de los grandes referentes del irish punk mundial. Sus conciertos son una absoluta descarga desde la primera canción hasta la última. Este verano volverán a pasar por Europa para regalarnos ese estilo inconfundible que nos hace remar a Boston o saltar y saltar sabiendo que los chicos de Boston están de vuelta.
El martes 11 de julio estarán acompañados de los Flogging Molly en un concierto único en Sesto San Giovanni, muy cerquita de Milán. Pero la historia de los californianos será otra historia...
To be continued...
J&B
Pero todos ellos se reúnen jueves tras jueves en esa oscura taberna. La única diferencia con las del resto de la ciudad es la barbería vecina. Ahora está cerrada pero de su sótano se elevan unos sonidos que enganchan a los parroquianos. Les llevan a los acantilados de Moher, al ajetreo de Dublín o a la península de Dingle. Lugares en los que no han estado pero de los que han oído miles de historias contadas de generación en generación.
En ese sótano están ensayando unos chavales del barrio. Unos jóvenes que quieren salir de esas calles. Conocer mundo y dar rienda suelta a su creatividad. Su música suena a folk, a rock, a hard, a punk y sobre todo, quizá sea por esas latas de Guinness vacías en una esquina, sobre todo suena a irish. Hoy están pendientes del reloj, tienen que terminar una hora antes para no perderse el partido de "sus" Red Sox, las series mundiales están cada vez más cerca.
Desde esas noches en aquel sótano mucho han cambiado las cosas para ellos. No tuvieron dudas a la hora de bautizarse... Dropkick por su pasión por el deporte y Murphys para recordar a ese "ángel" anónimo. Los Dropkick Murphys son uno de los grandes referentes del irish punk mundial. Sus conciertos son una absoluta descarga desde la primera canción hasta la última. Este verano volverán a pasar por Europa para regalarnos ese estilo inconfundible que nos hace remar a Boston o saltar y saltar sabiendo que los chicos de Boston están de vuelta.
El martes 11 de julio estarán acompañados de los Flogging Molly en un concierto único en Sesto San Giovanni, muy cerquita de Milán. Pero la historia de los californianos será otra historia...
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